Brotan de mis entrañas calmo llanto acunado en la amalgama de humo y mezcal, en el inmenso abrazo del oso, noches de canto en un quejido profundo de tiempos lejanos que profieren del ahorita que palpita en movimientos vivos y ya no urge consuelo, razón que merece la pena arder una y mil veces de nuevo.
el abogado
Tan solo conozco tu habitación, aún así te imagino a través de esa inmensa ciudad callejeando a la carrera sobre tu moto en el espacio de sortear posibles multas, entre interminables horas de asignaturas con mayúsculos mamotretos de leyes y códigos por memorizar y, te imagino, en un trabajo eventual con el pagar el dietario presente.
el banco
Sita en el costado izquierdo al fondo del parque junto al inmenso magnolio; lo suficientemente retirado con el deseo de no ser advertida, sin embargo, con una ubicación privilegiada ideal como observatorio particular de todo lo que cada tarde allí acontece. Lo conforman listones de madera ajada por las inclemencias de las estaciones, la escasa pintura verdosa que aún perdura se descascarilla al tacto y un batiburrillo de inscripciones grabadas lo cincelan a modo de indicativo de los transeúntes acomodados en el ínterin del tiempo sobre él.
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A veces falto de vacilación me cuelo en el portal de un edificio desconocido. Mi inalterable trayectoria se encamina hacia los buzones y tras una rauda inspección —dispuesta por un rigurosísimo reglamento ahora vasto de exponer y siempre ante notario— mis hábiles dedos sustraen una carta por la ranura del casillero seleccionado, a ser posible remitente de la entidad financiera predilecta del propietario del susodicho.
Hallado un espacio libre en el sobre de dicha circular, redacto siempre el mismo texto para acto seguido devolverla a su lugar correspondiente: ‘Llevo años observándote sin decir nada. Sé a lo que te dedicas cuando crees que nadie te ve. (Nombre del titular para dispensar cierta familiaridad), haz el favor de comportarte o me veré en la obligación de tomar cartas en el asunto’.
alicia
Bueno, pues ahora que los dos nos hemos visto el uno al otro -repuso el unicornio- si tú crees en mí, yo creeré en ti, ¿trato hecho?» —A través del espejo (L. Carroll)—
beginning to end
“Me someto a la ética, pero no comprendo en modo alguno por qué es más glorioso bombardear una ciudad sitiada que asesinar a alguien a hachazos.” —F. Dostoyevski
»Beginning to end: act II, The Darkest Cello Music.