Sitio (Juan, 19:28)
La escasez de agua en todo el mundo es un problema que no para de crecer y a pesar de dar por sentado que es un recurso natural en muchos lugares, es muy escaso para los 1.100 millones de personas que carecen de acceso al agua potable, a las que habría que sumar otros 2.400 millones de personas que no tienen acceso a un saneamiento adecuado. Más de 2.200 millones de habitantes de los países subdesarrollados, la mayoría niños, mueren todos los años de enfermedades asociadas con la falta de agua potable, saneamiento adecuado e higiene. Además, casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo sufren enfermedades provocadas, directa o indirectamente, por el consumo de agua o alimentos contaminados, o por los organismos causantes de enfermedades que se desarrollan en el agua. Con suministros suficientes de agua potable y saneamiento adecuado, la incidencia de algunas enfermedades y la muerte podrían reducirse hasta un 75%.
Este elemento indispensable para la vida, el crecimiento económico, la agricultura, la salud, el medio ambiente y la lucha contra la pobreza, experimenta una demanda creciente de una población cada vez más numerosa. Mientas tanto, el cambio climático agravará las cosas desatando fenómenos meteorológicos extremos afectando gravemente a las fuentes de agua. Todo esto tendrá su repercusión en la sociedad, que según el Informe sobre Desarrollo de los Recursos Hídricos 2015 indica que, si todo sigue igual, de aquí al año 2030 habrá un déficit global de agua del 40%.
Tan solo una mejor gestión del agua podrá ayudar a la humanidad a lidiar con el problema ya que su alcance no solo apunta al bolsillo de cualquier consumidor sino que es una estocada al estómago del fundamentalismo de mercado imperante en la aldea global, por lo cual todo tiene un precio y, con mayor razón, lo que es escaso.