Dificultoso me sería no apercibir su diminuta figura cubierta por una camiseta y un pantalón a modo de traje de baño entremedio de sus compañeros de juegos durante la hora del chapuzón desde el emplazamiento donde regularmente gesto endorfinas sinfín reanimando la apasionante alegría de vivir en mí y, sin dar crédito, corroboro que el acicate de tal atrocidad es que el pequeño está gordito y le avergüenza su cuerpo; cuestión acertadamente atajada mediante una flamante efectivísima tabla de reducción y endurecimiento de abdomen.
No asistiría a la sinceridad si desdigo que este trance entraña en mi persona una profusa frustración de la repugnancia que podemos llegar a dar y si lo que ahora prima es ser una bella envoltura desprotegiendo a la inocencia, si verdaderamente esto es todo… lo lamento, pero hoy aniquilo para los restos mi menguada fe y que le den por culo a este frívolo mundo de mierda.