Tremenda rebeldía a largarse de una vez por todas este veranillo cansino que me consume y me merma a un mísero anhelo en busca de noticias de mi tan amado desaparecido otoño; en el que contentarme en una fría tarde de paseo a la deriva adecuando los pensamientos a la cadencia del crepitar de hojas secas bajo mi peso preguntándome si así es el sonido de cuándo alguien te acomoda en el olvido casi sin haberos conocido y sintiéndome raramente incomprendida, tan sumamente especial en la soledad de mí misma que ni imaginar puedo el existir de otro semejante afín a mi infrecuente sentir mientras peleo por barajar los indomables mechones de mi alborotada melena a merced del caprichoso vaivén del viento.
Y con idílico panorama se me antoja, hoy, la humanidad insoportablemente previsible.