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En el mecimiento de los años arranco a entender que no solo se avejenta el lustre de mi pellejo sino que conexo a esos andrajos que insisto precariamente en denominar alma se van descorchando esos precipicios ocultos bajo falsas ilusiones en el sentir. Es entonces cuando todo comienza a parecer lo que es; una vieja deteriorada pensión erigida inmóvil al resguardo del devenir de vidas anónimas sin registrar ninguna en particular y a ratos me encantaría emprender esa absurda carrera contra el tiempo olvidando que, como siempre, voy a deshora.

Resulta me perdí todo el interés negando hasta mi propio nombre y, entretanto, garabateo bagatelas para ver si aprendo a soportarme para que así algún día, quizás, también logre perdonarme.

Qué sé yo.

manifiéstese a su antojo