Anoto mis anodinas ideas como buenamente me las arreglo armándolas con talante torpe y ganso, sin embargo, el apoteósico delirio por ingeniar que atropelladamente me domina no me deja un minuto de descanso.
Y a veces, es tan cruel dotándome de un extenuado saber que siempre seré un extraño sin hogar, sin esperanza. Siempre un vagabundo, un poco enamorado de mi propia soledad.