A medida que apuro el deshojar de mi natalicio, casi sin empeño, rehuso la veteranía impregnada de lamentaciones, resentimientos o recriminaciones que murieron en algún desconocido lugar a medio camino entre mis entrañas y el olvido porque nunca, jamás, pensé en mí misma bregando silente con la única salvedad de ocuparme de mi persona en el esfuerzo de ser más libre día a día.
Quizás por ello, siempre hállome tranquila.