Últimamente, con cierta asiduidad, me obligo a recordar la historia de los dieciséis supervivientes de la tragedia de los Andes; no tanto por aquello de que el famoso lema del ‘no aguanto más’ es una gran mentira porque cuando uno realmente no aguanta más es cuando muere sino por aquello que más impacto me ocasionó al leer en su día la totalidad de los testimonios que abreviaban la máxima dureza de lo vivido en lo que les supuso comprobar cómo les habían dado por muertos, les habían llorado el duelo pero aún así la vida, lejos de echar el freno, continuó sin ellos.
Y aún así, inepta de mí, acostumbro a que todo me parezca ilimitado.