Estaría genial que, creyéndome un arcoíris en un día de esos tormentosos, con tan solo aparecer en el cielo pudiera vislumbrar un sendero raso para descalzarme y a la que paso mangar una bici con un canasto rebosante de flores silvestres y acelerar muy, pero que muy fuerte para poco después desatender los pedales estirando mucho las piernas y espontáneamente reír a carcajadas de forma perturbadora perdiendo el equilibro dándome de bruces contra el suelo pero no pasa nada porque arranco un diente de león que soplo con todas mis fuerzas y me abrazo también súper fuerte, entonces, echo a correr hacia un bucólico atardecer con los brazos alzados y en una acrobacia sin igual me marco un alucinante salto chocando mis pies en el aire sintiéndome exultantemente satisfecha, pero satisfecha de verdad.
Joder, no vea cómo reconforta esto de improvisar y pimplar y pimplar y pimplar.