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En el vergel que acicala el pequeño patio que custodio, con suma dedicación, he logrado confraternizar con un grupo de pajarillos que revoletean a su libre antojo y con los que mantengo inacabables parloteos de esto, de aquello y de lo de más allá.

Conquistada su confianza, ahora, los adiestro para que confeccionen el más alucinante vestido de fiesta que jamás imaginé para así presenciarme al baile de palacio. Jo, tengo hasta la última campanada de medianoche ¡yupi!

manifiéstese a su antojo