—No, me niego, no voy a aceptarla. No dejaré que cometas este error, no puedes irte así sin más. No puedes hacerme esto.
He perdido la cuenta de las horas que llevo sentado frente a ti. Encerrados en esta habitación. Oyendo sin oír de fondo tu inacabable runrún cargante de palabras vacuas. Interpretando escrupulosamente cada uno nuestra correspondiente comedia de la que ya no formo parte.