creep

Una silla solitaria en la orilla orientada hacia la inmensidad del agua.

Jamás tropezó con una definición gráfica más idónea para ilustrar la soledad extrema. Esa incondicional que se alberga en sus profundas entrañas incluso en los mejores momentos; a la única que le ha sido fiel porque le dispensa su intacta libertad dentro de un mundo que desprecia y que condena.

Se esfuerza en convivir con la exasperación que se le atraganta al presenciar el abuso, el atropello, el infame privilegio, la sinrazón reiterada a la que escupe a la cara empero, inevitablemente, siempre consigue arrancarle un pedazo de sí legándole un violento desamparo que entorpece el latido y consume el denuedo.

Sabe que es exactamente lo que nadie busca, lo que nadie quiere.

De igual forma entiende que su incomprendida abrupta sublevación es necesaria para una futura mejora. Y pese a sin saber cómo ni saber cuándo, tiene la certeza que será. Esa es el tipo de fe en la que cree.

Una silla solitaria en la orilla orientada hacia la inmensidad del agua.

Contempla de nuevo la imagen unos segundos más antes de escribir sin palabras y enmudece desahogado a medida que sube el volumen de su cadencia.

»Creep, Daniel Mustard

manifiéstese a su antojo