Dicen que hay que conformarse con las cosas que no se puede cambiar, que hay que tener valor para intentar cambiar las que sí se puede cambiar y que hay que tener sabiduría para distinguir unas de otras. Pues a nosotros nos falla lo de la sabiduría” —Extremoduro
Sucede que esta parte inconformista que me intima a la sublevación en un perpetuo motín contra mi propia persona de igual modo me inutiliza como hábil disertador a la hora de exponer lo que aletea en mi corazón para acabar siendo tanto o más duro que Bukowski en su poema.
Pero en el silencio de mis enredos, desde los despertares de mi adolescencia, siempre hallé ilustración en la secreta extrema y dura ternura de mi tierra, alimento del puchero de tus letras conformando la eterna banda sonora de mi anarquica dehesa en el sino de paliar el intento de ser un poquito más libre a cada momento en el vuelo bajo del aguilucho.
Y hoy despunto este día en el calendario.
Y en esta luna lloré desnuda a orillas del Ambroz debido a que por una pequeñísima fracción de tiempo fui feliz lejos de la cuidada parquedad en la que habito reencontrando un tiempo que olvidé que en algún instante había existido.
Y si algo perdura en el deslío de mi ignorancia es el fundamento del curioseo por bichear todo aquello que me incomode porque incesantemente voy detrás del quejío de imposibles de todas las tormentas para ver si así logro mantener intacto este despreocupado sentir mío.
Por todo ello y por lo que tú solo sabes, gracias.
»El camino de las utopías, Extremoduro.