Rara vez sumerge su introspección en un tiempo precedente a otro ajeno al concurrente, a este ahora, su presente.
Ni tan siquiera en aquellos días en los que abundaba tanto de mucho como tanto de poco, donde se creaba al unísono del mismo golpe que destruía con pasaporte a retiradas encadenadas a la locura y entre el oscuro de la cicatriz del ayer yacija mullida de arena o alquitrán pareciéndose a vivir pero de otra manera.
Un amasijo de vivencias que no merece reseña alguna por singularizarse de otras similares; una buena mano con crecidas favorables de ganar que sin embargo consumió fracasando dando con sus huesos en su más aséptica exégesis y que, al fin al cabo, conforman su mundología para no saberse perdido dondequiera que esté o dondequiera que vaya sin importar cuán lejos quede.
Enterado está de que la vida jamás es deudora de ninguna indemnización a pesar de las incontables notas sin fortuna que compongan la inherente partitura designada a cada cual y, que cuando anima a disfrazarse de implacable y miserable, nuevamente somete a prueba si no se logra acompasar el ritmo al tempo determinado.
De igual modo, aprendió que tarde o temprano se debe volver del castigo de los besos largos del infortunio y de la conmoción del atroz dolor conocido para dejarse sorprender sincrónicamente desenvolviendo los acontecimientos que le abordan, sin mayor empeño que despertar cada mañana con la vida a su compaña.
»Nuvole bianche, Piano Extremist