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Me despierta un fuerte dolor de cabeza. Me revuelvo e intento acomodarme pero todo mi cuerpo se aqueja dolorido, entumecido. Yazco sobre el frío suelo sin más cobijo que el escaso atuendo que cubre mi yerta figura y en entremedio de lo que más probable sean mis vómitos.

¿Dónde estoy?

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[049]

Quizás, déjome llevar por como dispone la festividad del día de hoy y echo un vistazo a mi desidiosa quimera descubriendo de por medio de tanto enredos y letras que lo único que habla sinceramente de mí, es el descuido de todos estos meses.

Qué ajeno queda lo expresado cuando lo desligas del costado y qué bien cuando, de una vez por todas, se despiertan las inmensas ganas de querer experimentar, las inmensas ganas de dejarse llevar.

Cierro el año, cicatrizo heridas… y citando a Eliot:

Las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado. Y las palabras del próximo año esperan su turno.

[052]

Ya sabe cómo va esto; casi inexplicablemente se enredan los pensamientos con el sonido de la gravilla tras tu paso y a medida que aprietas la marcha más vueltas le das y lo que en un principio es una fugaz reflexión se hace un nudo por dentro y te incomodas por tu falta de aporte a la humanidad y en una simulación casi de huida de pronto das de bruces con un vehículo todoterreno de alta gama estacionado hasta las trancas de polvo y te sorprendes dibujando en la luna trasera un mirífico mensaje transcendental tal que así: ‘con menos tierra se siembran patatas’ ilustrado tal aforismo con un puñado de esas pollas pueriles que se perfilan sin levantar el lápiz adornando los márgenes de apuntes adolescentes que aún, a día de hoy, me entusiasma plasmar allí donde fuere y con el corazón en la boca embriagada por la emoción sé que por todo esto pasaré a la posteridad.

Y usted, ¿cuál es su contribución para hacer de esta vida menos gris?

[051]

No dejo de darle vueltas a tu pregunta del porqué te pasan estas cosas, del cabreo de tu necesidad de que alguien te explique el porqué confirmándote que eres estúpido al no vacilar frente a la simulada franqueza de quiénes comparten tu vida. Y por más que lo pienso no sabría decirte, quizás, la cuestión habría que encauzarla en dirección a lo que estamos dispuestos a transigir que nos hagan descuidando en el ínterin el respeto hacia uno mismo por miedos, inseguridades, por tener la plena convicción de no ser merecedores o justo todo lo contrario, por maltratarnos haciéndonos creer que merecemos todo aquello malo que nos acontezca.

Qué sé yo; pero no voy a tolerar bajo ninguna premisa la autoculpa precisamente porque, querido amigo, por mucho que se empeñen cuando entregas tu confianza íntegra librada de reservas lo mínimo a exigir es que no la devoren con calculada mendacidad. ¿Me oyes? ¡qué les jodan!

Y no, no estás solo.

la rutina del silencio

Tantas cosas me he enseñado y de nada me ha servido.

Y a ratos la rabia de no saber y querer me reconcome pero cuando la totalidad de ti mismo se apocopa a la incapacidad de experimentar apetencia lo único que puedo hacer es avenir la congruencia de ejecución entre mis pensamientos y mis hechos adentrándome en el silencio de esta vida autómata que vivo sin convencimiento.

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