No lo puedo precaver por más tiempo, ya no puedo. Menos aún después de aseverarle que de esta noche no pasaba y, bajo ningún subterfugio, contemplo la mínima disyuntiva de conculcar a mi acuerdo.
Así que venga, no lo pienso más. Apago la luz y rauda como una centella me empiltro bajo las sábanas. A la de tres; una… dos… dos y media… dos y tres cuartos… yyyyy ¡tres!
Ignoro el porqué de albergar este pánico a la oscuridad pero me es impracticable acomodarme sosegadamente en una total negrura antes de ser derrotada por el sueño. Se me desmanda la elucubración y todo el habitáculo se desnaturaliza en formas fantasmagóricas terroríficas.
Ni tan siquiera salvaguardada por mi infranqueable cobertura de sábanas y mantas logro aplacar la invención de disparates incoherentes e ilógicos, pero hoy tengo que intentarlo de veras.
No va a pasar nada, el armario es un armario con o sin luz, punto. Sé que puedo, yo pue… ¿qué ha sido eso?, ha sonado algo, estoy convencidísima… a ver, cállate, cállate, no pienses que si no no escuchas… Vaya, voy a tener que desenterrar la cabeza para consumir algo de oxígeno si no quiero agonizar de asfixia. ¿Qué ha sido ese tirón? ¡Otra vez! Madre mía, no te pongas histérica, todo es fruto de tu imagin… ¡Otra vez el crujido! Sí, sí, mira otra vez, otra vez ha sonado… ¿Se acaba de caer el edredón? Ufff… ¡venga, valiente, recógelo y a dormir! ¡Voy! ¡¿Eso que me retiene por la muñeca es una, una mano?! ¿¿¿una mano??? ¡¡¡una mano!!!
—¡¡¡Aghggggh!!!
—¡¡¡Shhh!!! qué soy yo, qué soy yo…
—¡¡¡Papaaaaaaaaaá!!!
—Niñata, cállate la boca, qué soy yo… ¡Qué es una broma!
—¡¡¡Papaaaaaaaaaá!!!
—¡¡¡Shhh!!!, cállate, qué soy…
—¡Vamos a ver, ¿qué es lo que está pasando aquí?!
—Pap… ¡quijí-quijí! …aaaaá, ¡Pap… ¡quijí-quijí! …
—Papá es que era una brom…
—Pero… ¡¿tú qué haces debajo de la cama de tu hermana?!
—aaaaá!