Pater in manus tuas commendo spiritum meum
(Lucas, 23:46)
Seis insignificantes breveces. Reseñas de una fracción del actual acontecer, ni tan siquiera su extensa devastadora totalidad o un caso concreto de un lugar determinado, de una persona real con su nombre y sus apellidos; un caso concreto tan estremecedor como los cientos de miles de millones de sucesos que constantemente me enmudecen al leerlos en mi particular pesquisa de noticias por saber qué ocurre más allá de aquello que tienen a bien desinformar los intachables medios informativos hodiernos, por saber qué sucede más allá de mi realidad inmediata la que me hastía hasta el hartazgo. Noticias de la sinrazón existente que alimentan cuantiosas tertulias en la intimidad de mis allegados con sus contundentes arreglos, como cabría esperar, a los que asisto admirada con la parsimonia más absoluta a la comodidad de un copioso festín amenizado con exquisitos vinos de precios obscenos.
No seré yo quien enjuicie las prioridades de cada cual o enaltezca el manido aserto de contentarse con lo que se posee; sobrado me es con gestionarme a mí misma. Pero le puedo asegurar que no hay cosa que desprecie más en esta vida que el descargo del abuso de la primacía como táctica y, por mucho que me aplico en educarme en las enseñanzas de Nuestro Señor Dios Padre Todopoderoso de la mano de su institución tan prostituida como los tiempos que la acompasan, no alcanzo a comprender cómo este padre alguna vez que otra no posa la vista encima de su magnífica creación atendiendo las plegarias de sus vástagos que, verdaderamente, están padeciendo desdichas asimismo como en auténticas tragedias lo han llamado incontables veces y nunca los ha oído.
De modo que no, no encuentro en mí la indulgencia para según que cuestiones.
Quizá la culpa sea de ese dios que me hizo del peor de los barros, lejos de un corazón obediente que ya en nada cree con muy escasos ideales que sustenten mi fe porque la única certeza que entiendo es que aquí solo manda el puto dinero. Y si ciertamente existe un dios, el mismo que promete su reino, el reino de los cielos, sin duda alguna otorgará la vida eterna a todo aquel que en la tierra ha soportado el mayor despiadado de los infiernos y que mi persona morirá en pecado mortal, a Dios gracias.
»Requiem for a dream, The crossing days (beatbox & accordion dubstep cover)